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Una actividad de Alto Riesgo

Los riesgos de la restauración de arte

La imagen del restaurador como un personaje portador de una aura especial, capáz de descubrir todos los misterios de una obra de arte, es una forma romántica de sintetizar el complejo y laborioso trabajo en el que se ve inmerso el restaurador al tratar de descifrar el enorme conjunto de información que ofrece una pieza de arte.

Sumado a esta simplificación del trabajo, se omite siempre la parte riesgosa del uso de químicos y solventes necesarios para realizar la restauración. En la limpieza de una pintura por ejemplo, se utilizan solventes líquidos inflamables que constantemente se gasifican llenando el ambiente de trabajo por lo que se conservan siempre en frascos de vidrio oscuro y tapa esmerilada, para evitar que se evaporen al contacto con la luz. Son líquidos tan tóxicos, que incluso sin un cuidado mínimo, se pueden absorber por la piel, por lo que es indispensable el uso de guantes, mascarilla y ropa de trabajo. La parte más "noble" o menos invasiva, está en los materiales pictóricos; y aún entre ellos, hay algunos pigmentos que son tóxicos por naturaleza, y que diluidos en el solvente necesario para su aplicación, potencian su efecto venenoso. El cuidado de la obra, comienza por el cuidado personal. Cuando se descuida esa parte, y el restaurador puede sufrir de intoxicación por inhalación o contacto, en ese momento, la obra comienza a peligrar porque si el especialista entra bajo los efectos de los solventes, relaja el estado de alerta, perdiendo la concentración, incluso puede sufrir de mareos y poner en riesgo la integridad física de la pieza. La restauración es un trabajo muy delicado, que requiere de una especialización en la ejecución, y un cuidado extremo por parte del restaurador